Memoria de la barbarie
Miguel Palma
El próximo 19 de enero se pondrá fin, dicen, a la masacre que ha acabado brutalmente con la vida de decenas de miles de personas en Gaza. No así, aclárese, la ocupación y la injusticia sobre el pueblo palestino, que seguirá sufriendo hasta nuevo aviso el devastador yugo de la opresión colonial. En lo que respecta al genocidio, el ejército de Israel ha sido la mano ejecutora, EEUU el principal promotor económico, y la UE, ese supuesto proyecto universalista destinado a velar por la justicia, la dignidad humana, la paz y la democracia, el silencio cómplice, la conciencia aquiescente necesaria para el adecuado desarrollo de los acontecimientos, la condición de posibilidad de la atroz carnicería, que no puede calificarse de otro modo que con el término barbarie. ¡Ah, la barbarie! Qué historia entraña el concepto. Barbarie es esa palabra cuyo contenido el autoproclamado “mundo libre y civilizado” ha dicho combatir una y otra vez desde las postrimerías de la vieja Ilustración. Frente a una aparente esencia salvaje e irracional que anida en los cuerpos orientales, ahí está la racionalidad occidental, con su cálculo y su precisión, para limpiar los desperfectos del jardín global. Inteligencia selectiva es, dicen, que en “bombardeos inteligentes” sean destrozados cuerpos de recién nacidos cargados ya de toda culpa, mutilando no solo el presente, sino las posibilidades mismas de esbozar el futuro. Menudo uso de la inteligencia, me da por pensar. De ahora en adelante no se extrañen, por favor, si quienes una vez creímos en las galanterías dialécticas de la llamada “comunidad internacional”, tan pomposamente cargada de las virtudes inscritas en la Novísima Tabla de la Ley que es la Declaración Universal de los Derechos Humanos, texto formalmente sacrosanto y materialmente irrelevante, arqueamos la ceja mientras plantamos la semilla de la duda ante cualquier declaración sobre futuros devenires luminosos henchidos de esperanza. Algo así, partiendo desde las coordenadas del presente, no parece ya posible después de lo acontecido, después de lo consentido. Espero al menos que después de Gaza, si es que la historia de nuestra conciencia moral sigue avanzando hacia las tinieblas, se produzca una mutación semántica, una revolución en los diccionarios, y estos por fin expliciten que Occidente es el más hábil en lo que a la tan atribuida a los demás barbarie se refiere.
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