¿Cuál es la raíz de la intolerancia?
Miguel Palma
Ha salido esta mañana en las portadas de todos los periódicos la noticia de que el 29 de junio, martes, se aprobará en el Consejo de Ministros la ley trans, que tanta polémica ha generado entre los más conservadores sectores de la política española.
Yo, más allá de apoyar con fervor la aprobación de esta ley dada la mejoría que supone, querría explicarme a mí mismo por qué existen sobre este país numerosas personas que, autodenominándose liberales, están en contra de un avance en derechos y calidad de vida para parte de la sociedad española de esta magnitud.
Es vital preguntarse; ¿Cuál es el sentido de la crítica? A mi parecer, - corriendo el riesgo de estar profundamente equivocado - la raíz de esta reacción violenta cual anafilaxia, de los sectores más conservadores de la sociedad española está en un error conceptual básico. Estas personas, normalmente adineradas, heterosexuales, de un estatus social más bien alto y de ideología, como hemos recalcado, conservadora, entienden el mundo como un juego de prevalencias. Esto significa que comprenden que la sociedad trata de grupos dominantes y grupos marginados, de fuertes y débiles. Importante, a estos últimos, que les den.
Antes de continuar, y sin ánimo de crear una digresión excesivamente larga, he de recalcar que no soy sociólogo ni aspiro a serlo, pero intento observar con talante crítico los fenómenos sociales que me rodean y sacar mis propias conclusiones. Es por eso que, siendo este un blog personal, reflejo aquí mis pensamientos.
Volviendo al tema principal, estos individuos, a quienes me referiré de ahora en adelante como comodones asustadizos, piensan que el mundo va de dominancia, de prevalencia, de mayorías. Con el auge del movimiento LGTBQI+ en las últimas décadas y, por consiguiente, la creciente y justa igualación en derechos de estas personas a las de los comodones asustadizos, estos últimos ven, sin tener este pensamiento sentido alguno, su prevalencia amenazada. El mundo, que hasta ese momento había tenido su objetivo puesto en los comodones asustadizos, ahora también da espacio - como es justo y necesario - al resto de personas, que conforman un porcentaje muy considerable de la población.
Pero no hay nada más lejos de la realidad. Los no comodones asustadizos en absoluto buscan una maquiavélica dominación mundial, ni una absoluta dominancia sobre los demás, sino que tratan de obtener el espacio que merecen como seres humanos, hermanos, ciudadanos y amigos que son de todos nosotros.
He encontrado por Twitter numerosos usuarios que, siendo claramente homófobos, negaban serlo, porque, usando pésimos conocimientos en etimología, alegaban que el afijo -fobia implicaba una sensación de miedo o terror que ellos afirmaban con vehemencia no experimentar. Aquí me gustaría llegar a corregirles. Sí que sienten miedo. Estos individuos son comodones asustadizos, y ven - en este caso a los homosexuales - como un grupo de personas que buscan prevalecer en la sociedad, instaurar un régimen de dominancia. Podríamos aplicar la frase popular "cree el ladrón que todos son de su condición", porque es evidente que, ni las mujeres buscan la supremacía ante los hombres, ni las personas trans buscan su dominio ante las personas cis, ni los rubios su predominio ante los castaños. Nadie en esta lista busca la destrucción de Occidente, como he oído en algún draconiano texto ultraconservador cuya difusión en la sociedad prefiero considerar mínima.
Es por esto que creo que estas personas fundamentan su intolerancia en este miedo inexistente al dominio, y su argumento estrella: "Occidente está en decadencia" es fruto de la ignorancia de que esto que se está empezando a conseguir en primera instancia en Europa no es más que la consecución del estado natural de la humanidad, y lo que existía antes, el predominio del comodón asustadizo, una grotesca modificación artificial impuesta por los últimos hace sabe Dios cuánto tiempo.
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