El sentido de la historia
Alma y hecho exclusivo de la humanidad
Decía Ortega y Gasset, imprescindible filósofo español, que es la historia la “ciencia del más riguroso y actual presente” que podemos encontrar. Esta cita, breve y aparentemente sencilla, es tan poderosa y certera que compone el pilar del sentido existencial histórico en sí mismo incluso encontrándose fuera de su contexto original. Contra la visión general inflexible y temporal que gravita alrededor del concepto de historia, encontramos la verdadera naturaleza de esta; la de un ente dinámico y determinante de la humanidad.
Ha de definirse, pues, la historia, como algo que va mucho más allá de un conjunto de saberes estáticos sobre nuestro pasado como civilización; historia es aquello que define y guía el presente, no ya únicamente del hombre, sino del individuo. Merece la pena la distinción, puesto que dentro de la historia general, única e integral, que determina al hombre como especie y hecho social, se encuentra la historia particular, múltiple y disociada, plural y definitoria del individuo. De cualquier manera, no ha de considerarse la unión de los simples sucesos particulares aquello que conforma la historia general del hombre, por lo mismo que no se considera únicamente el todo como la suma de todas las partes. No son únicamente los elementos materiales de la historia los componentes del eje vertebrador de esta, es necesaria una perspectiva platónica. Es historia la unión del hecho tangible y la idea, entendida esta última como razón, cualidad exclusivamente humana. ¿Por qué no existe, si no, una historia general de los animales, si cada uno de ellos vive bajo una circunstancia particular e individual?
La historia es, en definitiva, un producto de las distintas circunstancias particulares de los hombres y su subsiguiente sometimiento al poder de la razón, que aglutina, ordena y asocia las experiencias individuales para determinar un paradigma humano dual; intemporal y omnipresente en lo referido a las costumbres, hábitos y comportamientos del hombre y transitorio en lo relativo a sus particularidades materiales. Siendo la filosofía y la ciencia hijas del tiempo en el que nacen, de su circunstancia cronológica, podríamos considerar a la historia la madre de todas estas.
Versa en la antiquísima cosmovisión homérica que es el alma el soplo de vida de los humanos, y bien podría hacerse una analogía con la historia, al ser esta el soplo de vida del hombre, representante total de su existencia en el mundo. El presente del género humano, marcado y definido por sus comportamientos y costumbres, está, pues, fundamentado en el pasado, que es la fuerza dinámica y vital conductora del devenir.
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