Tu Océano de Letras
Ilustración de "Tu Océano de Letras", por Lucía Juárez |
Todavía era una niña cuando mi abuelo murió. De un día para otro perdí a quien, en mi cabeza, personificaba no solo la erudición, sino también la sabiduría. El mundo es más frío desde entonces.
A pesar de haber tenido una vida humilde en un barrio obrero de Madrid, mi abuelo me dejó una herencia de inmenso valor. Su legado tenía forma de libros.
Encajada en la estrecha pared del salón de su casa se encontraba una estantería cuyo fondo no se veía desde ningún punto, puesto que estaba repleto de libros de todos los tamaños y colores. En los plúteos se agolpaban, en varias filas de profundidad y a diferentes alturas, con disposiciones horizontales, verticales y también oblicuas, incontables códices que aglutinaban toda una vida de lecturas y reflexiones. Para mis ojos de niña, aquel lugar era monumental, y a pesar de que solo fuera una estantería tras la mesa del comedor, para mí era la mayor biblioteca que había visto; era todo el conocimiento recogido en un solo espacio. Para mí, la mítica biblioteca de Alejandría y todo el saber que contenían sus muros estaban muy cerca. En casa de mis abuelos.
Entonces era demasiado joven para leerlos, y aquellos libros solo eran una reliquia; una joya que guardar porque un día fueron importantes para mi abuelo. Recuerdo llevarme un par de ellos a mi casa cuando murió. Maquiavelo y Platón. No los abriría hasta mucho tiempo después.
Poco a poco, sus libros empezaron a adquirir un nuevo significado. Empecé a leerlos, a pasar mis ojos algo más maduros a través de las palabras y de las páginas. Fueron momentos difíciles. Aunque podía leer sus libros, no podía comentarlos con él, y muchas preguntas me asaltaban cuando me adentraba en su océano de letras: ¿Para qué leer tus poemarios, si no puedes decirme cuáles son tus favoritos? ¿Para qué abrir tus libros de arte, si nunca iremos a un museo? ¿De qué sirve leer tus libros si no puedes hablarme de ellos?
Porque ellos me hablan de ti.
No recuerdo si tardé mucho en hallar la respuesta, pero recuerdo que la impotencia y el duelo se apaciguaron enormemente.
[…] lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En sus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido
Los versos de Cernuda me recuerdan a mi abuelo. Al igual que el poeta, ha conseguido desprenderse de su condición efímera y sobrevivir en el recuerdo. Si bien él no escribió nada, sus ecos perduran a través de sus lecturas, sus subrayados y sus notas en los pequeños márgenes de las páginas.
Su biblioteca me permite conocerlo como se conoce la Historia; como si sus anaqueles fueran estratos arqueológicos que interpretar, restos de un pasado por descubrir. Al igual que el pasado no existe, él no existe. Lo que permanece es nuestra idea de pasado; lo que permanece es mi idea de él, que se va aproximando más a lo que fue según me voy sumergiendo entre sus libros.
Cada apunte y cada fragmento subrayado me acercan, abuelo, a tus ideas y tus reflexiones, a los poemas con los que te emocionaste, que ahora me emocionan a mí. Cada libro formó parte de ti, y muchos de ellos engrosan ahora, con orgullo, mi biblioteca, mi universo. Una biblioteca todavía prematura, pero que espero me sobreviva, y en la que se puedan encontrar, algún día, mis propios ecos.
Adiós, abuelo, te veré en los libros.
que bonito clara!!! me alegro mucho que gracias a algo tan bonito como es la lectura puedas saber mejor quién fue tu abuelo, que seguro fue una persona maravillosa, y que gracias al poema de Neruda hayas entendido el porqué debes seguir leyendo a pesar de no poder comentarlo
ResponderEliminar¡Muchas gracias!❤
EliminarEsto es precioso Clara :')
ResponderEliminar🥰❤❤
EliminarSi a una persona se la conoce por sus amigos, tu abuelo tenía muchos y buenos en esos anaqueles. Disfruta de la fortuna de compartir amistades con quién tanto querías. Esas te acompañarán siempre a ti y quién sabe si a los que están por venir. Felicidades. Juan
Eliminar