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El valor de lo público

El valor de lo público

Miguel Palma

Las denominadas democracias del bienestar, desde su aparición y consolidación tras la Gran Depresión de los años treinta, han tratado de cubrir, ya sea con mayor o menor éxito, todos aquellos servicios beneficiosos para el común de sus habitantes. El acceso universal a la educación o a la sanidad ha ido transformándose en una realidad cada vez más firme conforme este sistema del que ahora gozamos y que tantas veces se ha visto y se ve atacado desde los sectores defensores del más salvaje individualismo ha ido consolidándose con cada vez más firmeza. Un mundo sin una sanidad accesible o sin una escuela pública y democratizada es hoy en día inconcebible, ya que son precisamente estos avances los que nos han ayudado a alcanzar unos niveles de cultura, tecnología, esperanza y calidad de vida tan altos como los que ahora conocemos. Pese a estas evidencias, todavía existen en nuestro tiempo quienes prefieren un Estado en el que la privatización sea la norma impuesta y no la excepción elegible. Y es que la defensa de lo público guarda dentro de sí, por su mero propósito, un valor inconmensurable si es comparada con la indiferencia ante la humanidad que presenta el proyecto privatizador, garante y legitimador de grandes injusticias y desigualdades en lo que se refiere a las oportunidades vitales de los ciudadanos del planeta.


Lo público, como concepto, nace de un arraigado y profundo sentimiento de justicia democrática: se concibe que, por el hecho de ser humanos, todos hemos de tener derecho a ciertos servicios considerados elementales. La construcción de centros de enseñanza públicos, por ejemplo, es fruto de una necesidad de sistematizar y dar a conocer todas las gestas de la humanidad a lo largo de la historia para que, una vez el conocimiento haya sido asimilado por los estudiantes, este pueda redundar su beneficio personal. Sea como sea, esto se realiza así con la finalidad de que el individuo, sin tener que (sobre)esforzarse económicamente más allá de sus verdaderas posibilidades, tenga la oportunidad de acceder a todo aquello que desee y necesite para realizarse a sí mismo. La explicación de este modus operandi radica así en una visión del sistema humano como un ente homogéneo en el que se entiende que ninguno de sus componentes es, por una característica determinada, merecedor exclusivo de algo a lo que los demás no puedan acceder. Quienes se han decantado por la igualdad universal de oportunidades tienen un interés genuino en tratar de desarrollar plenamente el potencial de todos y cada uno de los que forman parte del Estado, ya que saben que esto permitirá mejorar progresiva y velozmente las cualidades generales de las sociedades y los estados del futuro. 


Por otro lado, el planteamiento del sistema privado es diametralmente opuesto a lo descrito dentro del marco de lo público, ya que no permite de ninguna manera un progreso universal, sino más bien un avance particular que solo comprende y compete a ciertos individuos. Los objetivos de quienes defienden la privatización se fundamentan en el crecimiento progresivo de todo lo considerado exclusivo e individual con el fin único de poder superar a todos aquellos que no hayan logrado tener ciertas oportunidades o acceder a ciertos recursos. La privatización total conlleva, por tanto, la reproducción social de una élite cumplidora de determinados requisitos que progresivamente tendrá, por su estatus de dominancia, la capacidad de someter a su voluntad a todos aquellos que, de manera irremediable y a causa de las políticas del imperio de lo privado, no logren ascender socialmente para cubrir sus derechos y aspiraciones elementales. Así, el Estado, de darse esta situación, correría el riesgo de dejar de ser una democracia plena para pasar a transformarse poco a poco en una injusta e inmovilista oligarquía de carácter plutocrático. Defendamos, con la finalidad de asegurar la verdadera libertad y así garantizar una humanidad cohesionada, democrática, basada en el bienestar común y generadora de un progreso universal, el valor de lo público.


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