Ir al contenido principal

Carta a Luis Rubiales: desplantes de un machismo acorralado

Carta a Luis Rubiales: desplantes de un machismo acorralado



Miguel Palma


Luis Rubiales va camino, y con razón, de convertirse en persona non grata en nuestro país. El “piquito”, como obscenamente ha dicho hoy, a Jennifer Hermoso tras la victoria española en la final del Mundial femenino de fútbol ha generado un auténtico terremoto de reacciones en todo el país y buena parte del extranjero, que ha hecho gala de su repulsa hacia estas actitudes llenando los titulares de sus periódicos con la grosería machista. Ayer conocíamos la (falsa) noticia de la dimisión de Rubiales, que, en teoría, se iba a presentar hoy en un comité general de la RFEF. Como ya se ha visto, no ha sido así: en lugar de la retirada de un personaje ya de por sí estomagante, esta mañana hemos contemplado un espectáculo de infamias completamente inesperado. Luis Rubiales se ha defendido de lo que ha definido como una suerte de ofensiva del “falso feminismo”, como si él estuviera en posesión de uno verdadero que los demás, oh, ignorantes nosotros, desconocemos, ha justificado sus actos teatralizando de una forma completamente tramposa e irreal la situación que todos tuvimos la oportunidad de ver en directo y ha invertido las categorías de aquel “desafortunado” saludo, presentándose ante todos nosotros como la víctima de un furibundo y fogoso ataque de Hermoso en lugar de como el responsable de un beso no consentido. Todo eso, por supuesto, con la felicísima connivencia de Jorge Vilda y Luis de la Fuente, quienes, viendo billetes, aplaudían como palmeros a un Rubiales que instantes después gritaba ante su público “¡No voy a dimitir!” con la vehemencia y la rotundidad de un líder mesiánico. Un rato más tarde, un - ¡casualidad de nuevo! - desatinado Luis Enrique prefería “no pronunciarse” sobre el asunto y calificaba de “sobresaliente” la gestión de Rubiales. El silencio, decía Unamuno, es aquiescencia, y entre bomberos no se pisan la manguera. Mientras tanto, nuestras campeonas - con a, la primera letra del abecedario, señor Ussía - se han organizado en un acto de sororidad y han denunciado con gran determinación los excesos que llevan días cometiéndose por parte de Rubiales y su séquito de aduladores. 


Señor Rubiales, desde la tribuna de las letras y el pensamiento se lo digo; es usted, y se lo voy a argumentar, un machista de primera categoría, un machista mezquino, vulgar y acorralado por la fuerza de un país mucho menos anquilosado que sus ideas. Y habla de “falso feminismo” por esa misma razón: porque el progreso en la crítica feminista le molesta personalmente, porque hurga profundamente en la llaga que representa su actitud reaccionaria, testosterónica y violenta, porque sabe y siente que cuando se afean ciertas actitudes o comentarios que perpetúan estigmas sexistas, incluso si estos se realizan de forma inconsciente - y este es el problema principal, porque las estructuras machistas han hundido tanto sus raíces en nuestra cultura que en ocasiones ni siquiera nos damos cuenta de su propia reproducción -, se está hablando también de usted. Y se le critica porque desde la base sobre la que se sostienen actos como el suyo se perpetúan actitudes que, llevadas a cotas superiores de violencia e incontinencia física, no solamente denigran o injurian a las mujeres en el plano moral o físico, que ya es algo de una gravedad extrema, sino que, en ocasiones, las llevan a la propia muerte. Entiendo con la expresión “falso feminismo” que a usted le gustaría un feminismo suave, que no le moleste, que no vaya en absoluto con sus actitudes, que se base en un “no le hagan daño a la mujer, hombre”, ya que no es un maltratador o un asesino machista. Pero déjeme decirle que lo que ha hecho usted es, precisamente, encender la llama de la que nace el feroz incendio del machismo más atroz y asesino. Y por eso se le critica, porque niega usted que exista una conexión entre su actitud y una agresión más intensa, asesina y liberticida. El feminismo debe ser incómodo, tal y como, vistas sus declaraciones y los aplausos del reaccionariado español, que no es escaso, lo está siendo, y debe seguir criticando intensamente actitudes como las suyas, que constituyen la piedra angular de  toda violencia. No es “histeria puritana”, como ha dicho García Domínguez por Twitter, es decoro, respeto y erradicación de actitudes machistas. Debe usted dimitir, en primer lugar, por el error inicial, por su infame beso no consentido a Jennifer Hermoso - ¿le haría lo mismo a un hombre? -, y en última instancia, por la consecución de la ardua tarea de reafirmarse con éxito en su infamia machista, que le ha hecho ganar millones de enemigos. Porque sí, como le he dicho antes, es usted un machista, un machista inconsciente y maleducado. Y ojalá no lo fuera, pero es usted quien se empeña, quien insiste. Es por eso, y no por capricho, que está en el patíbulo.  


La España sana, moderna, civilizada, respetuosa, culta, educada y feminista debe derrotar por la fortaleza teórica y práctica de sus ideas a la España mezquina, libidinosa, grosera y machista de Rubiales y quienes reproducen comportamientos y discursos similares. Es un deber histórico - y la reacción social que ha suscitado esta polémica demuestra que vamos por buen camino - que, algún día, culminará su cumplimiento. La destitución de este personaje infame y bochornoso, que ha llamado “gilipollas” a todos sus críticos, no será solamente una victoria personal de Jennifer Hermoso ante alguien que ha violado su voluntad, sino una dura ofensiva universal contra los grotescos desplantes de un machismo acorralado y decadente.


Comentarios

  1. Gracias por expresar la pura realidad del asunto. Como bien dices utiliza el término "falso feminismo" para escudarse en algo que le molesta profundamente, que es un estorbo para él.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El fin de la inocencia

  El fin de la inocencia Miguel Palma Entre los múltiples recuerdos que a lo largo de mi vida han mostrado un afanoso empeño en quedarse adheridos en la matriz de mi memoria, el que nos ocupa en esta breve reflexión corresponde al inicio de 5° de Primaria. Yo tenía nueve años y veía que cada vez quedaba menos para entrar al instituto , ese terreno inexplorado y prácticamente desconocido del que mucho había oído hablar pero del que, a fin de cuentas, nada sabía por experiencia propia. En aquel tiempo pocas cosas me generaban una mayor satisfacción que sentir, mediante el riguroso análisis de los libros de texto, cómo los conocimientos que previsiblemente iba a adquirir en el transcurso de aquellos meses que se atisbaban ya nítidamente en el horizonte superaban con creces a los ya asimilados en todos los cursos anteriores. La idea de un progreso intelectual insoslayable, que en ese entonces yo creía infinito, en su admirable y optimista apuesta, me producía la felicidad del que sabe ...

Gaza, el crimen del siglo

 Gaza, el crimen del siglo Miguel Palma Los pueblos del mundo tiemblan de horror ante la magnitud de la barbarie de Israel. Ya no hay medias tintas, ya no hay excusas, ya no se oye “es que llevan así toda la vida…”, ya no hay equidistancias, ya no hay confusión entre víctimas y victimarios. La calle está, con razón, aterrorizada por las imágenes que llegan desde allí, donde los cuerpos famélicos (¡esqueletos, cascarones humanos!) yacen exánimes, derrotados por la falta de agua y alimentos. Omer Bartov lo dice bien claro: es genocidio . Ya libres del temor a la acusación de antisemitismo, todos se preguntan quién puede estar a favor de esta atrocidad. ¡Si incluso los más egregios palanganeros del manufacturado consenso antipalestino han visto que no es posible ya seguir defendiendo esta infamia! Pese a todo, y aunque en cantidades reducidas, todavía existe esa mala gente que camina y va apestando la tierra…  Juan Carlos Girauta, nuestro Mortadelo político, se escandalizaba el o...

Memoria de la compasión

Memoria de la compasión Miguel Palma La suerte o el destino, según considere cada cual, me llevaron a nacer en Málaga un 5 de noviembre de 2004. Ese mismo día, varios miles de kilómetros al este, vieron también el mundo decenas de niños y niñas en ciudades como Alepo o Damasco. Como yo, hijos de padres que, estoy seguro, trabajaron con tesón para tratar de garantizarles el mejor de los futuros posibles. En 2011, cuando ninguno de nosotros había cumplido todavía 7 años, estalló en Siria la guerra civil que hasta hoy perdura. Yo seguí, ajeno a todo aquel horror, mi vida: cursaba Primaria, jugaba con mis amigos, disfrutaba con mi familia, dibujaba, escribía cuentos y leía libros. Ellos, sin embargo, vieron cómo su infancia se veía truncada por un sinfín de atrocidades inimaginables. Una noche de verano, creo que en 2014, estaba sentado con mi abuela paterna en el sofá de nuestra casa del campo cuando comenzó el telediario. De repente, una rapidísima sucesión de horrores: misiles, explosio...