Twitter: una descomposición semántica
En los últimos meses, Twitter (ahora X, aunque me niego a claudicar) se ha ido transformando poco a poco en un ambiente virtual cada vez más irrespirable. Lo que podría haber sido un entorno dialógico en el que las diversas opiniones acerca de una pluralidad de aspectos y cuestiones referentes a la realidad humana (política, ética, estética, ciencia, historia o cualquier otra forma de expresión, sea anecdótica y cotidiana o más bien académica y formal) se habrían podido entrelazar en forma de fructíferas conversaciones colectivas, diálogos públicos preñados de respeto y buenas intenciones, se ha transformado en una suerte de reino de los improperios, donde la cordura (que, viniendo de “cuerdo”, hunde sus raíces etimológicas en cordis, “corazón” en latín), la concordia (la ligazón de esos corazones, con-cordis, el sentimiento del afligido latir del corazón ajeno que, en ocasiones, reclama nuestra comprensión), la compasión (el experimentar ese sentimiento del otro, su passio, al mismo estilo de la sympatheia griega, que nos imbrica en el advertir en nosotros mismos otros pathos, otros sufrimientos) y la prudencia (en un sentido aristotélico, phronēsis, requerida para el efectivo ejercicio de la virtud en la racionalidad práctica que configura la totalidad de nuestra vida) se hallan hoy completamente derrotadas. Nunca fue esta red social la arcadia ideal con la que aquí fantaseo a golpe de etimología, no nos engañemos (tan solo hace falta traer a colación la agresividad de las cancelaciones públicas), pero el sendero por el que avanza solo nos hace imaginar un descenso a las tinieblas, a la oscuridad que nimba lo que no puede sino ser indigno y alógico, ajeno al lógos que es él mismo la posibilidad de constituir un universo lingüístico vertebrado en torno a la adecuada argumentación que encuentra entre sus motivos, entre sus impulsos, un ánimo de veracidad, la sincera voluntad de aclarar aquello cuyo contorno se difumina entre las brumas de la duda y la incertidumbre. En este sentido, a causa del extraordinario aumento de los mensajes que fomentan el odio y propician una intransigencia mutiladora, Twitter da un vuelco hasta prácticamente lo precivil, lo anterior a la condición ciudadana del ser humano. El racismo, la misoginia, el clasismo o la homofobia, entre muchas otras posturas reaccionarias, nos devuelven a ese entorno en el que nos hallamos desprovistos de dignidad. Platón escribió χαλεπὰ τὰ καλά (khalepà tà kalá, “lo bello es difícil”, o también “lo bueno es difícil”) en el Hipias mayor. A la vista de lo que acontece, me atrevo a decir que no le faltaba razón. Es mucho más fácil sucumbir ante la reacción visceral que surge del rencor intestino que hacer efectivo el ejercicio de la reflexión crítica, la realización de esa razón que permite esbozar la forma primigenia de un futuro colectivo mejor. Ahora bien, siendo constatable que la belleza y la bondad ni siquiera están asentadas en el horizonte temporal de la sociedad hacia la que nos dirigimos, y mucho menos en el caso específico de esta red social, se presenta como una exigencia de nuestra época el perseverar en el ejercicio de la decencia con el fin de así facilitar el establecimiento de las condiciones necesarias para la constitución de una futura comunidad basada en la coexistencia pacífica. Digamos más, para la conformación de cierto modo de convivencia comunitaria. Una comunidad, por su parte, que con un funcionamiento interno abierto al conglomerado de tensiones inherentes a cualquier sistema complejo provisto de dinamismo, se halle necesariamente fundada sobre el nutricio suelo del compromiso con la tolerancia. Tengamos claro también que cuando la tozudez se imponga tratando de estrangular la semilla del diálogo, es mejor acabar con él sin estruendo que con un insidioso bullicio capaz de avivar la llama de la ira, asesina de lo que nos es común. Ojalá la dignidad, la sensibilidad y la inteligencia se apoderen pronto de Twitter. Pongamos, pues, todos nuestros esfuerzos en hacer que arriben en no demasiado tiempo.
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